La farsa de la disciplina de voto
Nuestros diputados no nos representan, solo son fichas de sus propios grupos parlamentarios. PP Y PSOE, ignorando lo que prohíbe La Constitución, imparten multas a sus diputados cuando votan en contra de la decisión del partido.»Todos los diputados del Partido Popular votan libremente, ahora bien, este grupo parlamentario actúa desde la unidad y desde la responsabilidad”. Así respondía Alfonso Alonso, portavoz del PP en el Congreso, cuando le preguntaron acerca de la libertad de voto en su partido. Su respuesta, como muchas otras otorgadas por los políticos, es una falacia, también manchada de hipocresía después de que su compañera de partido, Celia Villalobos, expresara su interés por poder votar con total libertad en la reforma de aborto. Los diputados que nos representan en el Congreso nunca han sido nuestros diputados, sino los diputados del partido al que votamos.
El Tribunal Constitucional ha dejado claro desde 1983 que el escaño es del diputado y no del partido. En el artículo 67 de la Constitución, dice claramente que “los miembros de las Cortes Generales no estarán ligados por mandato imperativo». Aunque el PP y el PSOE, ignorando la Constitución, establecen multas de entre 100 a 500 euros para los diputados que incumplan las decisiones del PP, y de entre 200 a 600 euros para los disidentes del PSOE.
Los diputados de ambos partidos pueden alegar libertad de conciencia para pagar la cantidad mínima, pero parece absurdo que en el Congreso se multe la honradez. La disciplina de voto consigue que los diputados sean libres hasta que su bolsillo se lo permita, aunque siempre tendrán la libertad de ausentarse de la votación alegando «problemas de conciencia».
Los partidos minoritarios en el Congreso no recurren a esta disciplina. En IU, PNV y UPyD no hay ningún tipo de norma relacionada con la disciplina de voto, y otros como CIU, formado por convergentes y democristianos, permiten la libertad de voto en temas sensibles como el aborto.
PP Y PSOE están realizando un acto totalmente anticonstitucional que da lugar a que leyes como la ya mencionada reforma del aborto, que representa los intereses de muy pocos, salgan adelante. Aunque por desgracia, siempre hay jurisprudencia en el poder cuando se quieren hacer trampas. En una sentencia del Tribunal Constitucional en 1990 se establece que:
Como podéis leer, los diputados no se deben a nosotros, son rehenes del programa político que expusieron. Aunque es imposible entender cómo este tipo de jurisprudencia funciona con el PP, que incumplió totalmente su programa electoral.
Este panorama tan poco democrático da lugar a que las votaciones en El Congreso carezcan de interés, sólo hace falta contar los escaños que tiene cada partido para saber el resultado. Esta tendencia convierte nuestra democracia en una teatrillo, donde ya nada es real.